Como cuando tosí y los de allá sintieron erróneamente que se insignificaban las distancias sólo porque había compartido con ellos ese ratito de mi gigantesca intimidad, sería útil que supieras que yo no me tiré por vos. Que yo me caí tratando de encuadrarme (o de quedar medianamente en foco)
Como ese primer martes que no fui feliz y no supe explicarle a la prensa exactamente el por qué, mientras me ataba de la soga al edificio más alto y respiraba agitada más oxígeno del que quería gastar.
(para qué tratarme con oxígeno, ese goloso elemento oxidante, si el violeta me pega con todo?)
Dosis periodísticas de radicales libres cuando en realidad lo que yo quería era ser cineasta.
(ni bien le encuentre el cuello al próximo martes, le voy a morder la yugular con el obturador de mi film gun. Y que se exponga lo menos posible a la luz de mi existencia si quiere volverme a ocupar un fotograma).
-Quietos! Sonrían! Enfermos pero de pie! – les grito.- Vamos que vamos! Que estamos pariendo nuestra cama más justa como prólogo para nuestra propia tumba!
Acción!
“Dios no nos odia”, comienza diciendo a cámara el bueno de Job. Y yo pienso que Dios simplemente nos ignora un poco desde su estancia en la grúa. Finje divinidad con su sórdido kamasutra de milagros naturales. Dios es un presagio punk, creo yo. Y lo creo campante y sin temor a represalias, porque en el baile de desmáscaras yo atendía el guardarropas y lo vi. Me lo acuerdo perfectamente: Yo colgué su secreto más negro en una percha y a cambio le di su numerito. Y no le cobré. Me agradeció bastante el gesto, pero igual eso no le hizo cambiar la idea de enfermarme dentro de unos años con artritis y ceguera.
Recuerdo que cuando terminaron de entrar todos, yo le pedí permiso a la ONU para retirarme. No quería presenciar la elección de las Misses de la Nueva Realidad: Miss Nuclear Total War, Miss Universe Richter Scale, Miss Global Warming y además no me sentía nada bien. Pero no, los psicoanalistas de la Organización me dijeron que tenía que quedarme hasta el final de la fiesta y algunas cosas más sobre la continuidad del guión y sobre la posproducción.
“Pero los piojos no nos morimos de catarro”, seguía declamando Job, “tenemos cosas más importantes por las qué morir.” Si, claro, siempre es mejor metabolizar el oxígeno maquinando una falsa revolución o sembrando pejerreyes en el hambre africano. Quizás con cosas así de nobles algún día me reconozcan como un ser de este planeta y me den un ascenso o me hagan entrega de la corbata (y si también me sacan el marcapasos, mucho mejor) pensé, pero me resultaba difícil seguir el hilo de mi historia.
(ahora que lo pienso, algo debieron poner en mi bebida).
El guión dice que Job después se acomoda el moñito y le acerca el ramo de rosas a Miss World Wide Web mientras yo me escondo entre las perchas. Arriba, Dios debería rascarse la cabeza desde la grúa.
Silencio…
Se graba.