En cubierta XV

«Palos porque bogas, palos porque no bogas»
(cuando no entiende, cuando me pongo a explicar)

Desde mi puesto se vería mejor el modo en el que los cuerpos amortajados siguen cayendo de a uno del barco, pero el capitán nos ha dado la orden de permanecer en cubierta durante todo el cortejo.
Dos horas estimo que durará el proceso completo. Seis cigarros del capitán (sus salidas del puente lo han vuelto para mí un reloj casi perfecto).

Debería concentrarme y describir, decir con palabras esta sensación… pero cómo decir el estupor de vernos despidiendo lo que se va de los que hace mucho se fueron?
Somos(*) ya muy pocos en cubierta. La curandera es hoy la única ausente. No tiene el permiso expreso del capitán pero él ha dicho que no tomará represalias. Él comprende, de alguna manera que nos es extraña, la actitud de la mujer.

((*)debo elegir mejor las palabras y reemplazar al somos)
(*)Somos: Quedamos. Seguimos. Vamos quedando. Nos estamos quedando. Nos seguimos. Estamos. Nos somos.
(no debo dispersarme, debo evitar las distracciones y proseguir con el relato. Luego decidiré el verbo y también la acción)

El mundo de los marcados, el de los desparramados que se concentran en el acto social (en el rito consuelo, en esta tortura espiritual ordenada por el capitán), se reduce a una simulación, a una recreación en la que pactamos ignorar la médula de lo que no estoy contando.

Al soltarse el quinto cadáver, alguien deja su último grito suspendido en el aire:

– A las anguilas, Garrausper! A que te almuercen los Pausewangs, miserable, borracho infecto, a que te pudras en el agua que has de manchar!
– Silencio!
–la voz del capitán suena tranquila, despacio y pausada, como si hubiese estado esperando el grito. -Que nadie se atreva con los muertos de mi barco! Que nadie mientras yo siga al mando!

Las dos balas (inevitables desde el día en el que este pobre infeliz fuera gestado) le van directo al pecho y es nuestro mismo capitán quien sin mucho esfuerzo ni ceremonia lo empuja con el taco de su zapato afuera del barco.

– Otro?
-nos pregunta- Alguien más que no esté de acuerdo con el respeto a practicársele a los muertos? Debo desaprobar a alguien más?
Algunos mueven negativamente la cabeza.
– De verdad que no?
Esta vez todos mueven negativamente la cabeza menos yo.
El capitán me llama.
– Ven aquí y contesta: Si o no? Debo matar a alguien más?
– me resulta indistinto.
– ¿Y tu criterio y tu poder de consideración?
– no sabría responder, mi capitán.
– Excelente! Elaborar un auténtico cuestionamiento te llevaría la vida y a ninguna parte. Que gire el mundo con tu ilógica simpleza, vigía! O acaso el Universo se afecta por lo que puedas decir? O acaso no acabará, de todos modos, acomodándonos a cada uno en nuestro sitio cuando llegue el lugar?
– no lo sé, mi capitán.
– Cómo está tu conciencia?
– alerta y dispuesta
– ¿Y tu fidelidad?
– intacta, mi señor.
– Larga vida a las voluntades que no generan tormentas ni desparraman su cólera! Qué siga el funeral!

3 respuestas to “En cubierta XV”

  1. V. Onoff Says:

    Me encantó ese hallazgo. Es una gran verdad. Hay gente que trae dos balas puestas ya desde que nace. La concreción es sólo cuestión de tiempo. Excelente.

    (Por lo demás, usted me pide confidencialidad, ¡pero cada vez hay más y más autorreferencialidad!… «– me resulta indistinto.» Bueh, sí, ya lo sé, debo callar.)

    Gracias, Laviga. Leerla se disfruta. Mucho.

  2. Pal Says:

    VOLVIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIISTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!
    En cuanto me reponga de la emoción y le dé algo de comer al Adri, te leo.
    Un beZote

  3. Laviga Says:

    Conde, no sé de qué me habla. Esto es ficción salvo la parte que dice: «que siga el funeral!».
    Pal, espero no haberte matado a vos también… qué horror imperdonable!

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